
A Burkran:
Con sigiloso andar sigo tus huellas, me miras de reojo. No puedo más, tu aroma te delata y mi pecho se agita al ver que te acercas cada vez más. Susurras al viento un cantar de melancolía, me estremezco y deseo ver tu rostro bañado con los dulces rayos de la luna. Continúas, te acercas y tus garras se posan en la tierra fértil,
Doy mis primeros pasos hacia un destino incierto, no se si moriré…otra vez, he dejado de pensar, me acerco a tu cuerpo cubierto por tu abrigo de ébano puro.
Te huelo y me pierdo en el instante en que saltas a mí. Abro las puertas del infierno dejando pasar Tu alma, no cruzamos palabra alguna solo sollozos, no puedo pensar solo veo tu rostro desproporcionado y lleno de muecas placenteras… has entrado!!! El mundo se revuelve en mis adentros, acaricias de repente mi rostro, se turba el instante, mi mente no lo puede entender eres un ser salvaje como puedes tener siquiera un destello de ternura? Sin más me besas. Los recuerdos de mil años se van agolpando en mi mente, que sensación tan cálida, pero no pierdo conciencia de lo que soy. Quiero más!, mi naturaleza guerrera me exige el dominio de ti, forcejeamos, no me permites someterte y en la batallas de cuerpos tus sensaciones te obligan a ceder el paso a mis instintos, por fin estoy en la cima el aire se abraza de mi cuerpo que galopa el tu yo, te entregas al instante como un purasangre a su dueño, el movimiento es incesante, los montes que coronan mi tórax suben y bajan bailando con el tiempo. Pero algo te inquieta, te mueves, quieres safarte de tu yugo esclavízate y nuevamente forcejeamos, has sacado la bestia que hay en ti y por fin te conviertes en el domador de la fiera. Recorres mi espalda con tus garras casi llegando al muslo, me agitas, me empalas, y no puedes más, sueltas un aullido que estremece la tierra, creas surcos en mis entrañas por donde recorren los chorros de la historia de tu linaje, me inundo y mi frígido cuerpo se convulsiona regalándote el llanto de la niña perdida.
Cansados, llenos el uno del otro, lengüeteas tus heridas mientras regreso por mis propios pasos y alejándome penetro tu mente taladrando las siguientes palabras:
“Que digno enemigo, delicioso rival, que todos nuestros encuentros sean igual, buena suerte en tus batallas, Burkran hijo de Gaia”
Con sigiloso andar sigo tus huellas, me miras de reojo. No puedo más, tu aroma te delata y mi pecho se agita al ver que te acercas cada vez más. Susurras al viento un cantar de melancolía, me estremezco y deseo ver tu rostro bañado con los dulces rayos de la luna. Continúas, te acercas y tus garras se posan en la tierra fértil,
Doy mis primeros pasos hacia un destino incierto, no se si moriré…otra vez, he dejado de pensar, me acerco a tu cuerpo cubierto por tu abrigo de ébano puro.
Te huelo y me pierdo en el instante en que saltas a mí. Abro las puertas del infierno dejando pasar Tu alma, no cruzamos palabra alguna solo sollozos, no puedo pensar solo veo tu rostro desproporcionado y lleno de muecas placenteras… has entrado!!! El mundo se revuelve en mis adentros, acaricias de repente mi rostro, se turba el instante, mi mente no lo puede entender eres un ser salvaje como puedes tener siquiera un destello de ternura? Sin más me besas. Los recuerdos de mil años se van agolpando en mi mente, que sensación tan cálida, pero no pierdo conciencia de lo que soy. Quiero más!, mi naturaleza guerrera me exige el dominio de ti, forcejeamos, no me permites someterte y en la batallas de cuerpos tus sensaciones te obligan a ceder el paso a mis instintos, por fin estoy en la cima el aire se abraza de mi cuerpo que galopa el tu yo, te entregas al instante como un purasangre a su dueño, el movimiento es incesante, los montes que coronan mi tórax suben y bajan bailando con el tiempo. Pero algo te inquieta, te mueves, quieres safarte de tu yugo esclavízate y nuevamente forcejeamos, has sacado la bestia que hay en ti y por fin te conviertes en el domador de la fiera. Recorres mi espalda con tus garras casi llegando al muslo, me agitas, me empalas, y no puedes más, sueltas un aullido que estremece la tierra, creas surcos en mis entrañas por donde recorren los chorros de la historia de tu linaje, me inundo y mi frígido cuerpo se convulsiona regalándote el llanto de la niña perdida.
Cansados, llenos el uno del otro, lengüeteas tus heridas mientras regreso por mis propios pasos y alejándome penetro tu mente taladrando las siguientes palabras:
“Que digno enemigo, delicioso rival, que todos nuestros encuentros sean igual, buena suerte en tus batallas, Burkran hijo de Gaia”
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